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A África Pastor le dicen que es una «madre muy valiente» por haber comprendido tan bien el caso de su hija transexual. Aunque ella no se cree especial: «Siempre he visto que mi hija se comportaba de una manera natural, como lo que siempre ha sido: una niña». Pero no todo su entorno lo entendió con la misma normalidad.
Al nacer, la madre de Daniela le llamó Daniel porque había nacido con genitales masculinos. Pero a los pocos años, África empezó a notar que algo no encajaba y que su hijo no se sentía bien. «No es que no se sintiese bien con su cuerpo, iba más allá: no estaba a gusto con lo que la gente pensaba de ella cuando la miraba». Empezó cuestionarse las cosas y hacía a su madre preguntas, como por qué la habían llamado Daniel y otras cuestiones relacionadas con su género.
Desde los dos años, ella empezó a «hacer todo como la niña que era» pero cada vez la situación era peor. «Daniela no quería salir de casa porque no se sentía cómoda con la ropa que tenía y no quería hacer nada más. Solamente quería estar encerrada en su cuarto».
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África Pastor.
«El colegio nos invitó a irnos»
En esos primeros momentos, las dudas empezaron a invadir a África y a su marido, que no acababan de comprender exactamente a qué situación se enfrentaban. «Por su comportamiento, pensábamos que era un niño afeminado o que sería gay de mayor pero nunca nos habían enseñado que la transexualidad infantil existía».
Por suerte, decidieron buscar en internet información sobre el tema y encontraron a Violeta, madre de una niña trans y presidenta de la asociación Chrysallis para familias con menores transexuales. «De repente, tenía al otro lado del teléfono a una persona que había pasado por lo mismo que nosotros y que sabía de qué le estaba hablando». Fue la primera vez que alguien les habló de casos como el de Daniela. «Catalogamos a los bebés en función de los genitales porque para la mayoría es así; pero para algunos, entre los que está mi hija, no coincide. Y no pasa nada; simplemente hay que entenderlo para saber cómo actuar».
Antes de encontrar a Violeta, Daniela, con tan solo 6 años, ya había recibido quejas de padres de compañeros de colegio. «Cuando son pequeños, lo que hacía Daniela les parecía gracioso pero cuando se hizo mayor su comportamiento llamaba la atención y provocaba rechazo en algunos de esos padres. Estamos muy condicionados para pensar cómo se debe comportar un niño o una niña en vez de dejar que se expresen con naturalidad». Los padres y madres de sus compañeros decían estar aterrorizados ante la idea de que sus hijos estuviesen con el niño que decía que, de mayor, sería una niña. «Tuvimos quejas de padres diciendo que no querían que su hijo se sentase con nuestra hija», cuenta África.
Mucha gente nos decía que era un capricho
pasajero pero «dudo que nadie quiera "fingir" que es transexual; no creo que
nadie quiera pasar por algo así porque para nosotros no ha sido nada fácil».
Uno de los motivos de esa dificultad fue, de hecho, la reacción del colegio que
«nos invitó a irnos».
La comprensión familiar
Sin embargo, no todas las reacciones fueron negativas. «En cuanto lo explicamos a nuestra familia y le pusimos un nombre, lo entendieron. Para nosotros fue fundamental poder darle un nombre. Muchas veces necesitamos etiquetas para poder entender las cosas». También algunos conocidos alabaron la valentía de África, cosa que le sorprendió. «No me daba vergüenza lo que estaba haciendo mi hija o su manera de expresarse; siempre lo he visto como algo natural». Para ella, es una «cuestión de sentido común porque lo que no puedes hacer es negar una realidad».
Tras la pesadilla, vino por fin la calma con el cambio de colegio. Después, África se decidió a escribir 'El libro de Daniela' y, tiempo después, una fundación con su nombre. «Pensamos que debíamos hacer lo que fuera posible por echar una mano a los que estaban pasando por situaciones similares. A nosotros nos costó mucho y no queremos que lo que ha vivido Daniela vuelva a pasar».
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La Fundación cuenta con profesionales médicos especializados en transexualidad infantil para contrarrestar el desconocimiento general que habían encontrado hasta el momento en la sanidad pública. África afirma que no había profesionales en este tema dentro de la Comunidad de Madrid y que «esto no debería ser una cuestión política, sino una cuestión de los derechos del niño. Todos los menores tienen derecho a recibir asistencia sanitaria y aquí no la están recibiendo», opina.
El libro, por el contrario, fue escrito de una forma más personal como denuncia al colegio donde Daniela lo había pasado tan mal. «En su momento, no tuve la valentía para denunciar la situación y decidí hacerlo a través del libro. Necesitaba desahogarme y que, de alguna manera, llegaran a esas personas que se habían portado tan mal con Daniela».
El libro se ha hecho popular entre otros padres y adolescentes: «He visto que a muchas madres les ha abierto la mente y el corazón a lo que están pasando sus propios hijos. Y me alegro de que haya servido para dar visibilidad a los niños y niñas trans».
África reconoce que no le resulta fácil salir en los medios de comunicación: «Es como exponer la vida de mi hija», dice. Pero lo sigue haciendo para visibilizar casos como el suyo. «Cada vez que sale un artículo sobre Daniela, recibo llamadas de una o dos familias que se ponen en contacto conmigo porque llevan toda la vida intentando entender la situación de su hijo o hija». Así que África saca fuerzas y sigue hablando de su caso. «Nos motiva mucho que nos encuentren y que eso sirva para que no se sientan solos».
El principal consejo que le da a padres en su situación es el más sencillo y, a la vez, complicado: escuchar a sus hijos. «Hay muchos niños y adolescentes que están en una situación complicada porque han intentado decirlo pero los padres no escuchan, creen que es una locura y lo dejan pasar. Pero hay muchos niños sufriendo».