
Cogió aire, levantó la cabeza de la tribuna y miró a la audiencia. «Cuando me otorgaron el Nobel de la Paz en 2014, perdí los papeles de mi discurso. Mis amigos me miraban, los académicos me miraban. "Es la primera vez que le pasa esto a un Nobel", les dije sonriendo. Y entonces me acordé de algo. De pequeño me contaron una historia sobre un incendio en un bosque. Todos los animales huían despavoridos para no morir en medio de las llamas. De repente, el león —rey de la selva—, que escapaba con los demás, vio a un pájaro que volaba en dirección contraria, justo hacia el fuego. ¿A dónde vas? ¿No ves que es peligroso? ¿Es que acaso pretendes ser el rey de la selva? El pájaro le contestó: "Llevo una gota de agua en el pico para apagar el incendio". "No puedes apagarlo con eso", le dijo riendo. Y el pájaro replicó: "Si cada uno lleváramos una gota, esto se apagaría; yo siento que, al menos, debo llevar la mía"».
Kailash Satyarthi (Vidisha, 1954) levantó la mano y señaló a las más de 1.500 personas que ocupaban la sala de Palexco, en A Coruña. «Aquí, veo al menos 200 pájaros y tenemos el poder y el deber moral de llevar nuestra gota al incendio; de ayudar a los millones de niños sometidos a explotación laboral porque esos niños, los niños de todo el mundo, son nuestros niños».
Se hizo el silencio. No hubo aplausos porque es difícil aplaudir cuando alguien te pide que hagas algo que no estás —o no sabes si estás— haciendo. Satyarthi siguió hablando de la importancia de la educación, de la paz, de los derechos humanos.
Justo a su derecha, desde unos asientos en fila, le miraban cuatro leones trajeados. Su sonrisa rompía, en parte, la calma de ese silencio interior y meditación que el Nobel quería provocar en su audiencia. Es cierto que somos pájaros, pero ¿están estos leones dispuestos a llevar su agua al incendio? Su pose altiva y su orgullo aderezaban eternas charlas de aperitivo, segundo plato y postre que seguían con orden marcial la línea argumental del plato principal de Satyarthi: la importancia de la paz y de la juventud. Y añadían esa palabra que tanto usan las empresas en sus carteles: futuro. «Queremos crear futuro para nuestros jóvenes», decían,«y por eso hemos organizado este evento de reflexión»
Se acabó la charla. El público bebió y comió, vio a un coro cantarle a los asistentes, los leones lucieron sus trajes por la sala y se apagaron las luces del Palexco. Fuera, unos jóvenes con la pancarta "Inditex explota niños" esperaban que su gota llegase a este incendio.
Lo que no sabía Satyarthi es que, a su alrededor, se arremolinaban los leones con piel de cordero, deseando que las pequeñas aves del público se creyeran más justas y responsables tras la charla. Deseando que los pajarillos que habían volado hasta la audiencia pensasen que deben hacer algo para la sostenibilidad social, que deben aportar su gota y, sobre todo, que crean que lo han hecho en este evento.
Solo cabe esperar que estas palabras lleguen no solo a los pájaros, sino también a los leones. Porque gota a gota se puede hacer un océano, pero hay quien tiene un balde entero.