
Cuando Beatriz Fernández le contó a su familia que iba a ser doula, todos la miraron estupefactos sin saber siquiera qué era o para qué servía. No es de extrañar. Ella misma no sabía de la existencia de este oficio hasta 2008 cuando, a raíz de su primer embarazo, ese término llegó a sus oídos. Quién le iba a decir que, dos años después, entraría en ese pequeño colectivo laboral y que, en 2016, llegaría a ocupar el cargo de presidenta de la Asociación de Doulas de España.
«Las doulas acompañan a la mujer en su proceso de embarazo, parto, postparto, crianza, adopción, duelo... desde un punto de vista de escucha, empático y objetivo. Las matronas o psicólogos tienen un objetivo final; las doulas, no. Tan solo vivimos el parto junto a esa mujer, manteniéndonos a su lado y de su lado», explica casi al inicio de la conversación, acostumbrada al desconocimiento.
Durante sus 8 años de carrera profesional en este sector, han aumentado las menciones de la palabra pero el término todavía no se ha hecho popular y, de hecho, todavía no ha conseguido un espacio en la RAE. Quizá la palabra doula se ha visto contaminada por la mala praxis de algunas o la mala fama que se le ha adjudicado.
También tiene que ver, como la propia Beatriz reconoce, con una mala comunicación por parte de las asociaciones y profesionales. «En este país, nos hemos expresado muy mal sobre qué es ser doula. Muchas compañeras aparecen en sus webs como doulas y siete profesiones más, la mayoría vinculadas con terapias alternativas. Si una madre está buscando a una doula y 6 de cada 8 profesionales que encuentra nombran las terapias alternativas que hacen, acabará asumiendo que eso es una parte importante de ser doula, cuando en realidad no tiene nada que ver».
Por su parte, aboga por hacer desde las asociaciones una estandarización de comunicaciones y conceptos para demarcar claramente las líneas de acción y servicios de este trabajo.
En lo referente a la mala reputación que se les ha adjudicado, su apuesta es establecer reuniones con las asociaciones de matronas y enfermeros/as que las han acusado; y, según Beatriz, no están dispuestos. «El suyo es un problema de ignorancia sobre nuestro trabajo pero eso solo se cura con conocimiento, algo imposible cuando no nos quieren escuchar».
La oposición de matronas y enfermeros
En el 2015, el Consejo General de Enfermería (CGE) con el apoyo de la Asociación Española de Matronas, creó el Informe Doulas, donde las acusaba a de causar riesgos para la salud de madre y bebé, de intrusismo e, incluso, de secta canibalista (en referencia a una supuesta promoción de prácticas como el encapsulado de placenta para su ingestión).
Como presidenta de la Asociación Española de Doulas y socia de la Red Circular de Doulas, Beatriz insiste en la sinrazón de este informe que «tras tres años gastando fondos públicos, solo ha recopilado recortes de Internet para demonizar nuestro trabajo»; algo que, advierte, se puede hacer con cualquier profesión. «Lo que más me preocupa es que se han gastado recursos en eso, en lugar de paliar problemas graves que tenemos en atención sanitaria, como es la carencia de matronas en los centros de salud, la ausencia de información sobre la labor de las matronas, cómo alimentarse durante el embarazo y lactancia o incluso los derechos de la mujer durante el parto».
Beatriz siente que «se ha demonizado a las doulas a nivel institucional; se ha institucionalizado el miedo y rechazo a lo nuevo». Y afirma que ha llegado a sufrir amenazas e insultos de una auxiliar de enfermería porque «había leído barbaridades sobre nosotras».
Lo compara con los inicios de la fisioterapia en España. «Una conocida fisioterapeuta me explicaba que pasado un tiempo consiguieron que su profesión se reconociera y que todo se reglara». Dada la acusación de intrusismo por parte de colectivos de matronas, cree existe un recelo hacia una posible competencia que, insiste, no es real. «Creo que también estamos en un momento en que las matronas todavía están encontrando su espacio porque durante muchos años han sido relegadas a un espacio que no les correspondía como ayudante del ginecólogo. La matrona es una profesional en si misma, con plena capacidad para atender un parto en circunstancias normales. Ahora van retomando su espacio y quizá, en medio de todo eso, puedan sentirse amenazadas pero ese miedo viene del desconocimiento».
Mientras, la FAME (Federación de Asociaciones de Matronas de España) continúa con su crítica pública, publicando un comunicado en su web donde denuncia el intrusismo que dicen sufrir por parte de algunas doulas, colectivo al que atribuyen «un intento de profesionalización de un colectivo que no está regulado competencialmente, tiene ciertos riesgos ya que en determinadas ocasiones equivocan su cometido excediéndose en sus tareas, llegando a ofrecer a las familias servicios para los que, realmente no están formadas, acreditadas ni capacitadas».
Verdades y mitos
«En buena praxis, ninguna doula puede poner en riesgo la salud de mamá o bebé. Primero, porque no aconseja; segundo, porque no juzga si las decisiones de la mamá son adecuadas; y tercero, porque siempre remite al profesional pertinente en cada caso (en cuestiones sanitarias, habitualmente es la matrona o el ginecólogo). «Si una mujer me piden información sobre cómo consumir la placenta encapsulada o sobre distintos tipos de partos, se la puedo dar. Pero no es parte de mi trabajo decirle si ha de hacerlo o no», puntualiza.
Durante el parto, «la mayor aportación que puedo hacer es darle la mano a la mujer o apartarle el pelo» por lo que reitera que no hay una intervención activa en el parto. «Siempre digo que una buena doula en un parto si se viste del color de la pared, solo se la ve cuando la mujer necesita verla, cuando levanta la mirada y necesita esa referencia: la de su doula».
Entre sus funciones, no está la de encargarse de la salud de madre y niño sino «de su bienestar emocional». Para eso, otorga a la mujer «el espacio para que pueda expresarse libremente, pueda cambiar de opinión con respecto a lo que quería previamente».
Reconoce que las madres que solicitan los servicios de una doula pueden pedirles información de cuestiones sanitarias generales, para lo que consultan fuentes oficiales como la OMS o la biblioteca Cochrane, que son «fuentes contrastadas, de las que se nutre nuestro propio Ministerio de Salud». Y, acto seguido, derivan al profesional que corresponda.
Visiblemente molesta, Beatriz aclara que ha leído «barbaridades sobre las doulas que están a años luz de lo que yo hago. Esa no es mi profesión, ni lo que enseño a las nuevas doulas que formo, ni lo que dicen las asociaciones en las que estoy. Cada madre es libre de hacer lo que considere mejor. Yo, por ejemplo, soy una doula que vivió un parto inducido y con uso de forceps porque fue necesario. Creo que eso es otra muestra de nuestra apertura».
El origen de las "sirvientas de las mujeres"
«Creo que en España somos bastante obtusos en según qué cosas y cuesta introducir profesiones nuevas», dice. Sin embargo, la profesión de doula es bastante antigua. De hecho, es una profesión que remonta a la Antigua Grecia, cuando esclavas o sirvientas, encargadas de ayudar y aconsejar antes y durante el parto, empezaron a recibir ese nombre.
En 1980 la revista The New England Journal of Medicine publicó un artículo donde un grupo de médicos alababa la labor de las doulas en Guatemala, donde el número de cesáreas se había reducido gracias a su labor.
Desde entonces, el trabajo de doula se ha ido recuperando en muchos países, aunque con distintos matices. «En España no tocamos nada a nivel sanitario. Sin embargo, en Centroamérica y Sudamérica las doulas están formadas como parteras y en cierta medida sí intervienen en el parto. En Suiza o Holanda facilitan consejos de salud. Entonces es normal que haya una confusión en los conceptos».
Las doulas siempre se dedican a acompañar emocionalmente a las mujeres pero «en cada sociedad, las mujeres tienen unas necesidades culturales y sanitarias absolutamente diferentes», aclara la presidenta de la Asociación.
Actualmente, hay formaciones acreditadas por diversas entidades privadas o en la asociación SerDoulas (donde Beatriz es formadora) pero no existe una formación reglada para ser doula, «como tampoco existe para un Community Manager o para un Gestor de Contenidos».
El proceso y sus precios
El trabajo de acompañamiento empieza y termina cuando cada madre quiere. Algunas mujeres requieren a su doula en la semana diez de embarazo; otras, en cambio, cuando se acerca el momento del parto. Hay quien la llama durante la crianza y hay quien solicita su presencia durante el proceso de inseminación artificial, como es el caso de una de las mujeres acompañadas por Beatriz, quien lleva con ella dos años.
«Una de las mayores dificultades es mantener la objetividad cuando llevas tanto tiempo escuchando a una persona. He tenido que dejar algunos casos precisamente porque se había convertido en una amistad y sentía que no podía hacer mi trabajo sin implicarme emocionalmente», explica.
De hecho, ahora mismo, Beatriz está embarazada de su segundo hijo y se enfrenta a este problema como madre. «Somos un colectivo pequeño y conozco a muchas compañeras por lo que me cuesta encontrar a una doula con la que pueda tener esa relación profesional sin mezclar lo personal».
El proceso habitual se divide en encuentros de aproximadamente dos horas de duración que generalmente se desarrollan en la casa de la madre. La periodicidad de los encuentros depende enteramente de la mujer que reclama sus servicios, pudiendo ir desde encuentros semanales a dos encuentros en todo el embarazo.
Las tarifas dependen de cada profesional y pueden ir «desde los 300 a los 500 euros por acompañamiento, dependiendo de cada compañera y de si hay o no que desplazarse». Muchas mujeres recurren también a su doula por teléfono. «He hecho más acompañamientos gratuítos por teléfono de los que he hecho cobrando en persona» porque lo importante es que la madre la sienta cerca cuando la necesite.
Los encuentros no tienen una estructura sino que se desarrollan en base a las necesidades de la mujer: «Nos centramos en lo que ella te quiere contar o expresar. A veces hay muchas preguntas; y muchas veces me encuentro en la tesitura de animarlas a que establezcan diálogo con el personal sanitario».
En la mayoría de los acompañamientos, el perfil de solicitante es una mujer que ya ha sido madre y que en su segundo embarazo, quiere algo diferente porque «en su primera experiencia han sentido que en el parto les había faltado algo o que les hubiera gustado vivirlo de forma distinta, con una persona al lado que les ofrezca la libertad que ellas quieren sentir para expresar sus miedos o echarse atrás en una decisión».
En el caso de Beatriz, está especializada en duelo, por lo que la mayoría de sus casos versan sobre pérdidas prenatales y natales. «Una vez que la madre se ha despedido de su bebé, queda en tierra de nadie. Hay pocos profesionales especializados en estos casos y, cuando las tengo que derivar, me cuesta muchísimo encontrar a quién. Es un tema muy desatendido».
Su trabajo en duelo es especialmente delicado por la dificultad del momento que atraviesa la madre y por la presión de familia y amigos entorno para que sea optimista. «Si una mujer dice que le parece una injusticia la muerte de su niño y lo dice enfadada con el mundo, su entorno le suele decir que tiene que ser menos agresiva, que tiene que estar más tranquila, que tiene que pasar página… Todo el mundo tiende a querer consolarla. Yo simplemente le doy el espacio para que se exprese porque al saber que tiene el recurso al pataleo, le permite sentir que ya ha tenido ese desahogo y que puede continuar adelante».